Hechos y especulaciones
Dr. Fernando D. Saraví
tomado del portalSígueme.net
La reciente publicación por parte de National Geographic de una copia
del llamado Evangelio de Judas, presente en un códice de papiro hallado hace casi tres décadas en Egipto fue precedida de
un impresionante despliegue publicitario que alcanzó los titulares de los medios de todo el mundo.

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Lamentablemente, National Geographic eligió presentar un acontecimiento científico
notable con un deliberado tono sensacionalista, no exento de insinuaciones contra las iglesias cristianas, como es obvio en
el título de la presentación televisiva: “El evangelio prohibido de Judas”.
En el desarrollo del programa se afirmó que el documento podría “desbaratar”
el dogma cristiano, que el obispo Ireneo de Lyon escogió en el siglo II los cuatro Evangelios canónicos (Mateo, Marcos, Lucas
y Juan) y descartó decenas de otros evangelios existentes. También se dijo que en los Evangelios canónicos se evidencia un
creciente antisemitismo, y se vinculó este supuesto antisemitismo con la persecución de los judíos que alcanzó su culminación
en el siglo XX bajo el régimen nazi.
La liviandad irresponsable de estas afirmaciones contrasta con la seriedad
del trabajo de restauración, reconstrucción, edición y traducción del texto por parte de los eruditos involucrados. Por esta
razón se torna imprescindible distinguir el valor histórico del Evangelio de Judas de su empleo con fines ideológicos. |
Algunos hechos
El documento publicado forma parte de un códice (conjunto de hojas
cosidas a modo de libro) de papiro de 62 ó 66 páginas, hallado en 1978 cerca de El Minyah, una localidad en el margen occidental
del Nilo. El sitio se encuentra al norte de Nag Hammadi, donde en 1945 se hallaron varios documentos relacionados. Fue comprado
por anticuarios locales, ilegalmente sacado de Egipto y finalmente adquirido por la anticuaria de Zurich Frieda Nussberger-Tchacos
en 2000. La propietaria lo llamó códice Tchacos en honor a su padre. El códice había pasado 16 años en una caja de seguridad
en Nueva York, donde, lejos del clima cálido y seco de Egipto, su estado se había deteriorado notablemente.
La Fundación Mecenas de Basilea (Suiza) lo adquirió en 2001, pero como
la ley suiza no permite la venta de un documento robado de su país de origen, la citada Fundación debió buscar formas alternativas
de obtener beneficios. Por ello convocó a National Geographic para conservar, autenticar, editar y traducir el documento,
cuyo destino final será el Museo Copto de El Cairo.
El códice Tchacos consta de hojas de papiro escritas de ambos lados.
El Evangelio de Judas ocupa sólo una parte de su extensión. El resto contiene otros documentos como el Primer Apocalipsis
de Jacobo, la carta de Pedro a Felipe y un texto denominado tentativamente el Libro de Alógenes. Está escrito en copto, el
idioma popular de los egipcios entre los siglos III y X de nuestra era, que incorporaba muchas palabras griegas y se escribía
en caracteres similares a los del alfabeto griego. Específicamente, la escritura corresponde a un dialecto copto llamado sahídico.
La autenticidad del códice fue evaluada mediante una serie de técnicas
que incluyen su datación mediante carbono-14, análisis de la tinta empleada, análisis multiespectral, paleografía (análisis
de la escritura antigua). Además se realizó un análisis del contenido y estilo. Los resultados indican que se trata de un
genuino códice copto que data del siglo III o IV de nuestra era. Esto no significa en modo alguno que sea un documento cristiano,
ni mucho menos de origen apostólico.
Resumen del contenido
Lo siguiente se basa en la traducción publicada por National Geographic,
que al parecer no incluye sino parte del texto del códice original.
El llamado Evangelio de Judas está encabezado por la siguiente descripción:
“El relato secreto de la revelación que Jesús pronunció en conversación con Judas Iscariote durante una semana, tres
días antes de que celebrara la Pascua”. Al final del manuscrito, como en otros similares, se lee el título: El evangelio
de Judas.
Menciona que Jesús hizo “milagros y grandes maravillas para la
salvación de la humanidad” y que llamó doce discípulos, a los cuales a veces se les aparecía como un niño.
Característicamente, Jesús censura una y otra vez a los doce, y se
ríe de ellos. El único que puede permanecer en pie ante él es Judas, quien le confiesa como proveniente del “ámbito
inmortal de Barbelo”. Jesús le ordena que se aparte de los otros discípulos para recibir una gran revelación.
Si bien el texto es fragmentario, ya que faltan líneas aquí y allá,
lo que se presenta es una cosmogonía y una escatología típica del movimiento gnóstico, en la cual, por ejemplo, Adán y Eva
fueron creados por espíritus inferiores o diabólicos.
Jesús le revela a Judas que este último debería sufrir a causa de la
incomprensión de los otros, pero añade: “Tú los sobrepasarás a todos, pues sacrificarás al hombre que me reviste”.
Jesús mismo le encarga a Judas que lo entregue. El documento concluye diciendo que Judas contestó las preguntas de los escribas,
“recibió dinero y lo entregó a ellos.”
Diferencias con los Evangelios canónicos
Existen muchas diferencias notables entre el Evangelio de Judas y los
cuatro Evangelios canónicos, ya sea considerados individualmente o en conjunto. El trasfondo doctrinal de los Evangelios Canónicos
son las Escrituras hebreas, como lo demuestran los cientos de citas y alusiones al Antiguo Testamento que aparecen en boca
de Jesús y sus discípulos. En los Evangelios canónicos, como en el resto del Nuevo Testamento, la misión de Jesús como Mesías
de Israel es comprendida a partir de un Nuevo Pacto anunciado por los antiguos profetas de Israel (en particular Jeremías),
y la muerte de Jesús tiene como propósito obrar la expiación por los pecados.
El Evangelio de Judas nada dice de las Escrituras hebreas (con excepción
de los nombres de Adán, Eva y Set) y en él la muerte de Jesús carece de valor expiatorio. No posee intención sacrificial,
sino que es simplemente un instrumento para que el espíritu de Cristo se desembarace del hombre Jesús, para poder entonces
ascender a ámbitos superiores de existencia. Tampoco hay indicio de la creencia en la resurrección de Jesucristo, central
para la fe cristiana.
Así, en el Evangelio de Judas se refleja la noción platónica del cuerpo
como cárcel del alma, como un estorbo del cual hay que deshacerse para alcanzar la salvación. El gnosticismo típicamente consideraba
al universo material como intrínsecamente inferior e indigno de redención. Por esta razón estimaba al Dios creador del Antiguo
Testamento como una divinidad inferior e incapaz de salvar. La salvación proviene a través de la adquisición de un conocimiento
superior (gnosis), reservado a los pocos que eran dignos de él, sobre la verdadera naturaleza del alma humana y cómo puede
ella trascender el universo material.
Tales ideas contrastan notablemente con la enseñanza bíblica sobre
el universo creado por el único Dios e intrínsecamente bueno. Aunque corrupto a causa del pecado, el universo está destinado
a ser rescatado y a tornarse, en el final de los tiempos, un cielo y una tierra nuevos en los que mora la justicia. Esta creencia
es además coherente con la afirmación de la resurrección corporal, ejemplificada por la resurrección del propio Cristo.
“Auténtico” no significa “cristiano”
ni “bíblico”
Nos encontramos, pues, ante un documento antiguo, probablemente genuino,
que data de alrededor del año 400 de nuestra era. Se supone que este documento copto es una traducción de un documento escrito
en griego hacia la segunda mitad del siglo segundo. Si esto es cierto, el Evangelio de Judas puede decirnos mucho acerca de
lo que creía quien lo escribió. Además de alusiones a eones y divinidades ajenas a la Biblia, su autor parece haber conocido
superficialmente algunas enseñanzas y textos cristianos.
Su contenido publicado permite inferir que proviene de un grupo sincrético
marginal, que amalgamó creencias paganas y cristianas. Como resultado, lo que enseña no es auténtico cristianismo tal como
lo conocemos por las Escrituras y la historia. El Metropolitano de la Iglesia Ortodoxa Copta resumió esto al declarar que
“no son textos cristianos confiables ni exactos, ya que son histórica y lógicamente extraños al pensamiento cristiano
principal y a la filosofía de los cristianos primitivos y actuales”.
Debe notarse además que, a pesar del título, sería un grosero anacronismo
atribuir al Iscariote el “evangelio” que lleva su nombre. ¡Simplemente no pudo haber sido escrito por Judas más
de un siglo después de su muerte! La costumbre de atribuir por escrito la autoría de obras de esta clase a algún personaje
conocido de la era apostólica es muy común en la literatura apócrifa. En contraste, gran parte del Nuevo Testamento canónico
es anónimo en sentido estricto, pues sus autores no se identifican en el texto. Fue la tradición temprana de la Iglesia, cuando
aún vivían en ella discípulos de los Apóstoles, la que adjudicó la autoría que hoy aceptamos.
Pero además, el texto publicado sugiere que el Evangelio de Judas no
fue escrito por alguien que conociera la geografía palestina ni las costumbres judías. No se menciona ningún lugar, ningún
acontecimiento concreto de la vida de Jesús, y ni siquiera el nombre de los doce discípulos, con la sola excepción de Judas.
Los acontecimientos transcurren en un limbo espaciotemporal. Todo lo contrario ocurre en los Evangelios canónicos, llenos
de alusiones a costumbres, lugares y personajes del tiempo de Jesús.
Acusaciones infundadas
Los cuatro Evangelios canónicos fueron escritos pocas décadas después
de los hechos que narran, cuando aún vivían testigos presenciales. Fueron tempranamente reconocidos como dotados de autoridad
por la mayoría de las Iglesias, y probablemente circularon en ellas como una colección ya a principios del siglo II.
Por esta razón Ireneo de Lyon pudo declarar algo más tarde que sólo
había cuatro Evangelios auténticos: porque la abrumadora mayoría de los cristianos admitía este hecho. Es insensato suponer
que Ireneo, o cualquier otro obispo de ese tiempo, hubiera podido imponer una selección arbitraria al resto de las Iglesias
cristianas. Lo que hizo Ireneo fue poner por escrito lo que ya era generalmente aceptado. Ninguno de los otros llamados evangelios
fue jamás tomado seriamente por la iglesia cristiana en su conjunto.
El Evangelio de Judas, escrito mucho después de los hechos por alguien
obviamente ajeno al contexto espacial y temporal de la Judea del primer siglo, jamás podría seriamente afectar la fe cristiana
histórica basada en las Escrituras hebreas y griegas.
Tampoco es correcto suponer un creciente antisemitismo en los Evangelios
canónicos. Desde luego, los Evangelios reflejan la polémica con los judíos que no aceptaron a Jesús como Mesías, polémica
que se agudiza en el libro de los Hechos de los Apóstoles y en las cartas de Pablo. Pero es arbitrario y anacrónico acusar
de antisemitismo a los Apóstoles y demás seguidores del Mesías judío, muchos de ellos judíos ellos mismos.
Conclusión
La presentación de un documento antiguo – no exento de valor
histórico intrínseco pero totalmente irrelevante para el conocimiento de la vida y enseñanzas de Jesús – como si fuera
un desafío capaz de cuestionar radicalmente la doctrina cristiana no es periodismo responsable ni buena ciencia. Es posible
que una desmedida ambición de obtener ganancias a toda costa se encuentre en la raíz de este desafortunado emprendimiento.
El Evangelio de Judas es la misma clase de escrito (un documento
gnóstico) que los documentos de Nag Hammadi citados en El Código Da Vinci. Se puede encontrar una explicación más detallada
de por qué estos “evangelios” no son confiables en el artículo de Michael, “Decodificando El Código Da Vinci”.